Gîte Abbé Arnulphe

Esta casa rural de 32m² tiene un dormitorio (8m², orientado al Este, con vistas al río y al bosque) y un salón con zona de cocina equipada (19m², orientado al Sur, con vistas al jardín). Se beneficia de la luz del sol desde el ventanal que da al jardín, así como del frescor del río y del bosque cercano.

Esta casa rural, con una cama doble (140 x 200 cm) en el dormitorio y un sofá cama (140 x 190 cm) puede alojar a un máximo de 4 personas.

El equipamiento incluye placa de gas, horno, microondas, nevera/congelador, internet (WiFi). Una terraza de madera con una mesa de teca se encuentra en el jardín (junto a los rosales) y está reservada para los inquilinos de esta casa rural.

La casa rural se encuentra en la planta baja, totalmente en un nivel y todas las puertas tienen un paso de más de 77 cm.

Está clasificado como Meublé de Tourisme de tres estrellas.

¿Pero quién es este Arnulphe?

Se dice que durante los tiempos oscuros de la Edad Media, en torno al año 1000, Vallespir estaba plagado de monstruos fantásticos: simiotas, dragones, leones, osos y lobos, epidemias de peste y el desencadenamiento de los elementos. Para alejar la mala suerte, el abad Arnulphe (o Arnulf) partió de Arles-sur-Tech hacia Roma, para pedir ayuda al Papa.

Según Prosper Mérimée, «cuando llegó a Roma, Arnulphe explicó al Santo Padre la miseria de sus conciudadanos y le presentó su petición. El Papa, movido por la compasión, le acogió amablemente y le permitió elegir entre las reliquias conservadas en Roma, exceptuando, sin embargo, las de San Pedro y las de un cierto número de santos, de las que habría sido imprudente desprenderse.

Después de pasar un día entero en oración, Arnulfo se durmió y tuvo un sueño en el que se le aparecían dos jóvenes: «Somos -dijeron- Abdón y Sennen, ambos santos [Sant Nin y Sant Non en catalán].

Mientras estábamos vivos, éramos príncipes. Persia es nuestra patria. Fuimos martirizados en Roma, y nuestros cuerpos están enterrados en tal o cual lugar; exhórtalos y llévalos a tu país, ellos pondrán fin a los males que lo afligen». Cuando llegaron a Arlés, se decía que las reliquias habían curado a las víctimas de la peste y ahuyentado a los leones y otras bestias feroces.

 Algunos debieron sobrevivir, porque aún hoy se pueden ver Simiots deambulando por las calles de Arles sur Tech cada primer fin de semana de febrero, con motivo de la Fiesta del Oso.